Asociación Torrijos 1831 21/10/2025
El pasado 19 de octubre tuvo lugar en la localidad de las Cabezas de San Juan, el homenaje a Rafael del Riego, militar español que realizó su conocido pronunciamiento a favor de la Constitución de 1812, el 1 de enero de 1820, en esa histórica localidad. Al igual que el año anterior, el Ayuntamiento de las Cabezas ha invitado a más de trescientas personas de colectivos andaluces; entre ellos, a los dedicados desde sus propios orígenes, así como en sus estatutos, a las figuras de liberales decimonónicos, incluyendo sus nombres en sus propias denominaciones, como son las asociaciones Torrijos 1831 y Manzanares 1831, cuyos personajes de referencia trataron y tuvieron amistad con Riego durante el Trienio Liberal (1820-1823), así como a señeras asociaciones, con los artilleros de Bailén, Carmen la de Ronda, Benamejí Bandolera, 24 de Septiembre, etc. Esta decisión del Ayuntamiento, ha permitido que se hayan concentrado en las Cabezas tantas recreaciones históricas, precedidas en el desfile por una numerosa Banda de Gaiteros (no olvidemos que Riego era asturiano), seguida por una representación de la caballería constitucionalista. Una de las secciones de nuestra Asociación, uniformada como la Milicia Nacional, ciudadanos que fueron garantes del sistema constitucional durante el Trienio Liberal, portaron durante el desfile y los actos de la Plaza de la Constitución, cuatro banderas de municipios vinculados con la vida de Riego. Fueron estas: Tineo, concejo del Principado de Asturias (Riego nació en Tuña, parroquia de ese concejo); Cabezas de San Juan, donde se pronunció; Córdoba, ciudad que tomó en su larga marcha, y Arquillos, donde en la cercanía de este término municipal se hallaba el cortijo donde los realistas capturaron a Riego en 1823. A las diez y media de la mañana comenzó el desfile de las recreaciones históricas, que arrancó de la calle Murcia hasta alcanzar en lo más alto del pueblo la Plaza de la Constitución.
Los antecedentes de lo ocurrido en las Cabezas de San Juan en 1820.
La política y la economía de España habían sido un desastre durante el Sexenio Absolutista, y el país arrastraba todos los males derivados de la devastadora Guerra de la Independencia. Además, las injusticias y persecuciones políticas estaban a la orden del día. Mientras, en las colonias de la América española, la insurgencia era cada día mayor contra la Corona borbónica, tratando el movimiento rebelde de independizarse de ella. Las acciones de Bolívar y San Martín, de la masonería y, especialmente, el apoyo de Inglaterra, en respuesta a lo que España hizo durante la independencia de los Estados Unidos; habían llevado a Fernando VII y a su gobierno, a la conclusión, que sólo enviando un número elevado de tropas se podría restablecer, en un desesperado esfuerzo, la situación anterior, tras los logros alcanzados con la expedición del general Morillo en 1815.
Por esa razón, el denominado Ejército de la Isla había comenzado su formación el 9 de mayo de aquel mismo año, con un objetivo: la creación de un cuerpo expedicionario compuesto de 20.000 soldados de infantería y 1.500 de caballería, acompañados de la correspondiente artillería. Estos números jamás se alcanzaron. Así, en los estados de junio de 1819, se sabe que la tropa expedicionaria se componía de catorce batallones de infantería, de unos 740 hombres cada uno, y la caballería no llegaba a 2.500 efectivos, por lo que sumando a los artilleros y zapadores, escasamente hubieran embarcado unos 14.000 hombres. El general en jefe del Ejército que debía marchar a ultramar, era Enrique O´Donnell, conde de La Bisbal, que supo pronto, que la mayor parte de la oficialidad y de la tropa, no querían embarcarse para América, pues la situación era pésima, cosa también patente para O´Donnell. Al conocerse el punto de vista del general, todos lo miraron como el jefe ideal de la conspiración, y él mismo se postuló. El nerviosismo entre mandos y soldados, expedicionarios, aumentaba cada día. Circulaba ya que el embarque se produciría el 15 de enero de 1820. A los oficiales se les negó el poderse trasladar con sus familias a América, a pesar de haberlo prometido el gobierno. Los fusiles estaban, por lo general, en muy mal estado (una gran parte descalibrados, y con los mecanismos de disparo defectuosos). Los buques mostraban claros signos de estar podridos y proclives al desguace, y por tanto, nada aptos para resistir tan larga travesía atlántica, durante el invierno. Además, las naves habían sido lugar de mortandad para centenares de militares enfermos con la fiebre amarilla que había azotado la provincia de Cádiz, y no habían sido debidamente desinfectados; por lo que entrar en ellos, por cualquier otra enfermedad, era prestarse a morir. Se recurrió a las insalubres calas de los buques como depósitos de enfermos, porque la dotación de hospitales era inferior a las dos terceras partes que correspondían. Otra gran circunstancia adversa, era que una parte importante de los víveres que habían sido embarcados ¡siete meses antes!, ya estaban en clara descomposición, sin estar prevista su renovación. Alimentarse de ellos, sólo acarrearían más enfermedades y la propia muerte. El dinero para hacer viable la expedición y pagar las soldadas, había decrecido. Pero había algo que aterraba aún más a los expedicionarios: los comentarios que traían los repatriados de la expedición anterior, pues hablaban de la extrema dureza de los combates, de las adversidades del clima, del rechazo de los criollos a las nuevas tropas que llegaban y, finalmente, del triste final de los expedicionarios que caían prisioneros, muriendo en torturas espeluznantes.
En la primavera de 1819, se había incorporado al ejército de la Isla, como jefe de la 2ª División, y segundo de todo el Cuerpo, el general Sarsfield. Comisionado por el gobierno, fingió desde su llegada formar parte de los intentos de impedir el embarque, siendo su fin real coger la mayor información posible para acabar con tal propósito. Tanto fue así, que terminó comunicando a O´Donnell la conspiración (al que creyó ajeno), poniendo a éste en dificultades. Sin embargo, al tener informaciones de Sarsfield, el Ministerio de Guerra actuó, decidiendo el relevo de O´Donnell y del jefe de la escuadra. Para salvarse de la quema, y ocultarse en la hipocresía, O´Donnel se puso al frente de tres batallones, dirigiéndose a Cádiz el 7 de julio, para detener a los hasta entonces habían sido sus compañeros de conspiración. A este bochornoso episodio se le conoce como “La traición de El Palmar”, donde fueron arrestados varios de los principales militares comprometidos con la conspiración, como el coronel Quiroga y el comandante Evaristo San Miguel. Mientras, Sarsfield se dirigió a Jerez para prender a otros. Pero de nada le valió a O´Donnell aquella componenda de última hora, en la que perdió su palabra, honra militar y compromiso, pues con sospechas ya muy claras sobre él, Fernando VII le quitó el mando, poniendo al frente del ejército de la Isla, al general Calleja, conde de Calderón. Aparentemente, todo parecía haberse solucionado, pero no fue así, ya que un número importante de conspiradores quedaron sueltos, entre ellos, dos elementos que llevaban la estrategia del pronunciamiento: Alcalá Galiano y Juan Álvarez de Mendizábal, que conociendo a fondo, que tanto la mayor parte de la oficialidad como la tropa no querían embarcarse, continuaron su labor conspiratoria.
Rafael de Riego en las Cabezas de San Juan. La decisión tomada.
Pasemos ahora a la historia escrita en las Cabezas de San Juan, a finales de 1819 y principios de 1820. Como solemos hacer, hemos recurrido a los documentos y bibliografía del Archivo Torrijos, que posee la Asociación Histórico Cultural Torrijos 1831. Rafael del Riego no había sido detenido por los acontecimientos de julio, de 1819, aunque, trató de sublevar a la artillería para que O´Donnell no pudiera contar con ella. Fue un intento fallido y no conocido por los absolutistas. A continuación, Riego marchó a Bornos, a tomar baños medicinales por su precaria salud. Al quedar con más libertad de movimientos, le permitió, junto con otros, seguir enlazados con Alcalá Galiano y Mendizábal. Por tanto, la conspiración liberal continuó sus preparativos. La idea parecía clara: era mejor lograr la libertad de España ante el régimen absolutista que la oprimía, que arrebatársela a los españoles de América, o al menos, tratar de sofocar la insurgencia a través de la política, especialmente, por lo que, al respecto, recogió la Constitución de 1812. Por la separación del servicio y arresto de Evaristo San Miguel, Riego, con su empleo de teniente coronel, ocupó el mando del II Batallón del Regimiento Asturias, cuyo campamento estaba en las Cabezas de San Juan. Riego era uno de los mandos que había aceptado el embarque para América; sin embargo, a finales de diciembre de 1819, sus ideas ya estaban muy decididas a favor de un pronunciamiento constitucional. El 28 de diciembre, estuvo cargado de lluvias. El tiempo fue oscuro y grisáceo. Los militares andaban empapados, al igual que sus tiendas de lona, donde, como podían, malvivían. El barro lo inundaba todo. Aquella noche, Alcalá Galiano y Mendizábal estuvieron con Riego y lo acordaron todo. A continuación, los dos primeros partieron, uno hacia Jerez y Cádiz, y el otro hacia a Arcos. Les preocupaba qué reacción que pudieran tener las tropas de estas localidades y, especialmente, las de Cádiz. Sin embargo, los conspiradores contaban de forma garantizada con el apoyo en la sombra que les pudieran dar las logias gaditanas del Soberano Capítulo y del Taller Sublime. Riego pensó que su plan, arriesgado por estar rodeado de fuerzas no afines a la conjura, si se llevaba como había previsto, podría tener éxito, y en ello confió. Al alba del 1 de enero de 1820, apenas sin dormir, Riego expuso sus planteamientos al teniente coronel Fernando de Miranda, y al segundo ayudante del Batallón, Baltasar Varcárcel, a los que comunicó que para darle un ideal a la tropa, era su intención proclamar la Constitución Política de la Monarquía, promulgada en Cádiz en 1812. Los dos militares, de forma entusiasta, se comprometieron con Riego, que, algo más sosegado, comenzó a redactar un bando parecido al que había visto escribir, días antes, a Alcalá Galiano. Al terminar, mandó llamar a un hombre de su plena confianza: Pedro Aenle, sargento 2º y su secretario personal, que realizó varias copias. Poco después, llamó a los capitanes José Rabadán y Carlos Hoyos, dándole copias del bando, que como ya se ha citado, diferían, en parte, a la redacción anterior de Alcalá Galiano. Riego mandó salir a la Compañía de Granaderos y, también, a la 1ª de Cazadores, al mando, de la de granaderos, los oficiales, Miguel Pérez, Miguel Gómez y Antonio Ben, mientras que la de cazadores, fue dirigida por los oficiales, Vicente Llén, José Heres y Pedro Delicado. A estos últimos les dio la misión de rodear el caserío de las Cabezas para que nadie pudiera salir de él para informar al exterior del pronunciamiento que iba a llevar a cabo. Para ello, se colocaron centinelas con poco trecho de separación. A todos estos oficiales, Riego les dio proclamas, diciéndole que haría jurar la Constitución gaditana, llamando para ello a los antiguos alcaldes constitucionalistas, Antonio Zuleta Beato y Diego Zuleta, el menor, que ante escribano, tendrían que tomar posesión de la alcaldía en el Ayuntamiento, una vez se llevara a cabo el pronunciamiento delante del II Batallón del Asturias. En un próximo artículo continuaremos este relato histórico.
Datos de la Asociación Histórico Cultural Torrijos 1831.
Tipo de Asociación: cultural, dedicada a la investigación histórica, y recreadora en sus actuaciones en público para exponer los hechos que representa. Ámbito de actuación: regional, recogida en el Registro de asociaciones la Junta de Andalucía. Inició su periodo constituyente en el año 2002, siendo legalizada en 2003. Fue un proyecto original desde el principio, pues en España no se había creado anteriormente una Asociación sobre el personaje histórico de José María Torrijos y Uriarte, héroe de la Guerra de Independencia y defensor de las libertades y derechos constitucionales frente al poder absoluto del reinado de Fernando VII. Original en las formas, dedicación y fines, que recogen sus estatutos, cimentando sus antecedentes en los precursores que trabajaron sobre el personaje de Torrijos en la provincia de Málaga, en las décadas de los años ochenta y noventa del siglo XX y primeros años del XXI.
Como colectivo de recreaciones históricas, es el más antiguo de las dedicadas al siglo XIX, en Andalucía. En cuanto a las representaciones relativas a la Guerra de la Independencia en las que participa la Asociación, la recreación insignia, creada en 2007, es el “Regimiento de Infantería de Málaga”, unidad titular de Málaga, que salvo un periodo de disolución, tuvo vida castrense desde 1701 a 1893, siendo su historial heredado por el Regimiento Melilla en sus diferentes numeraciones, y que fue disuelto en Málaga, en 1985. Para entrar en su historial y actividades: regimientodeinfanteriademalaga.blogspot.com
Correo de Contacto: asociacióntorrijos1831@gmail.com También, a través de este correo se pueden solicitar visitas concertadas al Centro de Interpretación Histórico José María Torrijos (Refectorio), en el barrio de El Perchel de Málaga. Teléfono de contacto: 952234039. Página web: www.torrijos1831.com



















