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En este año se han cumplido los doscientos años de la liberación de Torrijos de la cárcel de la Inquisición en Murcia

Asociación Torrijos 1831.- En el reinado de los Reyes Católicos, los monarcas le pidieron al Papa para la Corona de Castilla, en 1478, y para la de Aragón, en 1483, la instauración de lo que terminó conociéndose en la Historia como la Inquisición española, para resolver «el problema de los conversos», que a diferencia de la medieval Inquisición Pontificia, la nueva dependería del poder civil y, por tanto, de los monarcas, que nombrarían a los inquisidores generales. Con delaciones anónimas y sin derechos, los acusados afrontaban procesos con confinamientos y torturas que, en muchos casos, terminaban con condenas en la hoguera. De la dureza empleada por Inquisición, están las descripciones y ruegos de hombres de aquella época, como Hernando Del Pulgar o Juan Ramírez de Lucena que pidieron indulgencias para los nuevos cristianos. Ante tantos atropellos y condenas, los familiares de los condenados se dirigieron directamente al Papa, al que contaron lo que estaba sucediendo en los reinos de los Reyes Católicos, y el Papa Sixto VI conmocionado por lo que le estaba llegando, escribió una carta el 29 de enero de 1482, confesando que se precipitó al conceder a los Reyes Católicos el establecimiento de la Inquisición, pensando que iba a funcionar como la Pontificia medieval, y reconociendo que los inquisidores castellanos habían abusado de su poder. El Papa también denunció que a los condenados se les estaba denegando el derecho de apelar a su autoridad papal, como hasta entonces había sucedido. La Inquisición se convirtió en un brazo de poder, terror y represión, con la dinastía española de los Austrias, y la de los Borbones, durando más de tres siglos. La Constitución de Cádiz la abolió en 1812, pero Fernando VII la repuso en 1814, hasta 1820. Torrijos estuvo prisionero en la cárcel de la Inquisición en Murcia (1818-1820), cerca de dos años, sufriendo incomunicación y maltratos. Lo relatamos a continuación.
La Inquisición: un freno para el progreso.

Durante más de tres siglos, el poder de terror y represión de la Inquisición española, no sólo obró con los «falsos conversos», ya que se extendió a aquellos en desacuerdo con el obrar del poder absoluto y los que denunciaban los abusos de la administración real en cualquiera de sus espacios; también a los intelectuales, a los políticos reformistas, a los inventores, a los escritores, a los artistas, a los clérigos progresistas, a los que ponían el uso de la razón por delante de la fe, buscando una mejora de lo humano más allá del poder celestial… Esto sumió al país en un atraso secular, envuelto por una superstición que iba de la mano con el fanatismo religioso y la intolerancia. La creatividad entró en parálisis, estando observada o perseguida en muchos casos, y la inventiva se fue frenando ante el temor de ser declarado «hereje», vía de cualquier delación anónima. Desde los ministros hasta los villanos, cualquiera podía verse envuelto por un proceso inquisitorial, por lo que se carecía de seguridad personal, de libertad y derecho. Las condenas en prisión, el maltrato en ellas y la incomunicación, era moneda diaria para un cautivo de la Inquisición. Luego estaba la tortura, para mediante el dolor que se padecía en ella, confesar todo lo que querían exactamente los tribunales inquisitoriales, eso sí, con el crucifijo que presidía las torturas tapado por un velo negro, para aliviar la conciencia de los inquisidores. Con los terribles espectáculos de los Autos de Fe se llegaba al paroxismo. La eliminación física de personas y hacerse con sus propiedades, multiplicaron las delaciones. Según el investigador García Cárcel, la Inquisición procesó a un total de 150.000 reos y condenó a muerte a 10.000. Personajes famosos de nuestra Historia fueron seguidos por la Inquisición, como Cervantes, Teresa de Jesús, Olavide o Goya, que con su grabado «El sueño de la razón produce monstruos» hizo una crítica con esa realidad incómoda, ante de la insuficiencia de la razón frente a aquel mundo imperante, en negro. Hoy, articulistas y algunos historiadores citan «que no fue para tanto», que la Inquisición mostraba antes del suplicio a los condenados los instrumentos de tortura, para darle una oportunidad para «retractarse», que todo no era quemar vivos a los sentenciados, que también estaba la modalidad «suave» de imponerles llevar puestos sambenitos y capirotes durante diez años. Otros dicen, o escriben, que hay que «quitarse el complejo» del terror y represión de la Inquisición española, que en Inglaterra sucedió esto, que en Rusia ocurrió lo otro y que en Alemania se padeció aquello. Los métodos de la Inquisición se caracterizaron por su crueldad y atentar contra los valores de los seres humanos. Cada país tiene todo el derecho a sentirse orgulloso de sus aciertos y, también, a cargar con los graves excesos cometidos en determinadas épocas de su historia (que los ha habido con mayúscula y ahí está la Historia Universal para mostrarlos, para un «nunca más»), pero eso no nos puede llevar nunca a los españoles a enmascarar o minorizar el terrorífico e infame proceder de la Inquisición con generaciones enteras en nuestro país, durante más de tres siglos.

Torrijos cautivo de la Inquisición.

En 1812, con Fernando VII retenido en Francia, las Cortes de Cádiz abolieron la Inquisición. Sin embargo, en 1814, al tomar de nuevo con el poder absoluto el pérfido monarca, la Inquisición volvió, haciéndose cargo de los procesos de diversos prisioneros, que habían cuestionado el régimen impuesto. Entre ellos estuvo el general José María Torrijos y Uriarte.

Relacionado con el fracasado pronunciamiento de corte constitucionalista del capitán general Luis Lacy y Gauthier, que fue fusilado en el castillo de Bellver de Palma de Mallorca el 5 de julio, y comprometido por unas cartas que le cogieron al capitán Van Halem, el gobierno absoluto ordenó el arresto e incomunicación de Torrijos el 28 de diciembre de 1817, siendo trasladado a Alicante donde se le confinó en un calabozo del castillo de Santa Bárbara. En él se reencontró con un viejo amigo: Francisco Fernández Golfín. El día 24 de marzo 1818, Torrijos fue llevado a Murcia e ingresado en la cárcel de la Santa Inquisición, compartiendo prisión con Romero Alpuente, Matías Moñino, Ignacio López Pinto y varios oficiales del Regimiento Lorena. Todos ellos estuvieron sometidos al poder del inquisidor mayor Juan Castañeda. Al respecto, Luisa Sáenz de Viniegra, mujer de Torrijos, dejó por escrito que, a Torrijos, con violencias, intentaron arrancarle confesiones y hacer con ellas acta de su exterminio, expresando «Por la fuerza de los vejámenes, intrigas y violencias ejercidos en aquel recinto de tenebrosa maquinación, los presos decidieron recusar al tal Castañeda que les atormentaba hostigándoles». Pero el rey mantuvo al inquisidor Castañeda, y éste se dedicó a meter a Torrijos y sus compañeros en calabozos individuales aún más estrechos, donde apenas se podían mover, y con sus paredes cargadas de la humedad que recibían por la proximidad del río Segura. En los veintitrés meses que Torrijos estuvo prisionero de la Inquisición, su mujer sólo pudo verlo tres días. El 1 de enero de 1820 sucedió el pronunciamiento de Rafael del Riego en Las Cabezas de San Juan. Cuando este parecía estar condenado al fracaso, el coronel Espinosa se levantó en la Coruña, y tras esta ciudad, siguieron las de Oviedo, Cartagena, Zaragoza, Barcelona y Cádiz. Aquel levantamiento contra el absolutismo de Fernando VII, liberó a Torrijos y sus compañeros. Estos lograron el 29 de febrero, que el movimiento constitucional se implantara en Murcia.

Datos de la Asociación Histórico Cultural Torrijos 1831.

Tipo de Asociación: cultural, dedicada a la investigación histórica y recreadora en sus actuaciones en público para presentar los hechos que representa. Inscrita en el Registro de Asociaciones de la Junta de Andalucía, inició su periodo constituyente en el año 2002, siendo legalizada en 2003. Fue un proyecto original desde el principio, en su dedicación y fines, pues en España no había existido una Asociación sobre el personaje histórico de José María Torrijos y Uriarte, héroe de la Guerra de Independencia y defensor de las libertades y derechos constitucionales frente al poder absoluto del reinado de Fernando VII. Como colectivo de recreaciones históricas es el más antiguo de Andalucía, de las dedicadas al siglo XIX. Estas son las ocho dedicadas a Torrijos:

2002: Cuerda de Presos. Lugar: Torrealquería (Alhaurín de la Torre).

2003: Desembarco en la playa de El Charcón. Lugar: Cala de Mijas.

2003: Marcha por la Ruta de Torrijos. Lugar: Mijas-Alhaurín de la Torre.

2003: Ofrenda en la Cruz de El Bulto con recreación del Cuadro de Gisbert. Lugar: Málaga

2003: Réquiem por Torrijos en la Plaza de la Merced. Lugar: Málaga.

2004: Homenaje a Robert Boyd en el Cementerio Inglés. Lugar: Málaga.

2005: Honores a Torrijos y la Constitución. Lugar: Alhaurín de la Torre.

2006: Cerco y rendición de Torrijos en la Alquería. Lugar: Torrealquería (Alhaurín de la Torre).

En cuanto a las representaciones relativas a la Guerra de la Independencia en las que participa la Asociación, la recreación insignia, creada en 2007, es el «Regimiento de Infantería de Málaga», unidad titular de Málaga, cuyo historial heredó el Regimiento Melilla 52º. El colectivo muestra su patrimonio histórico en la casa museo de la barriada de Torrealquería, en Alhaurín de la Torre, y en el Centro de Interpretación Histórico José María Torrijos, sito en la Plaza de la Libertad, entre la parte posterior del Mercado de El Perchel y calle Eslava.

Para entrar en su historial y actividades: Página web: www.torrijos1831.es y Correo de Contacto: contacto@torrijos1831.es . Teléfono 952234039. Para específicas de la Guerra de la Independencia: regimientodeinfanteriademalaga.blogspot.com
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