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Arquillos recuerda el Bicentenario del apresamiento del general Rafael del Riego. En este artículo se recoge, también, la visita de la Asociación Torrijos 1831 al antiguo cortijos de Baquerizones, lugar donde fue hecho prisionero Riego.

Asociación Torrijos 1831. 14/09/23

El Ayuntamiento de Arquillos (Jaén), ha puesto sus medios institucionales para llevar a cabo los actos del Bicentenario del apresamiento del general Rafael del Riego (1823-2023), con varias conferencias y recreaciones. Agradecemos la amable y considerada invitación que para estos actos ha hecho el Ayuntamiento de Arquillos a la Asociación Histórico Cultural Torrijos 1831. En 2016, nuestra asociación estuvo en Arquillos con su reconstrucción histórica Regimiento de Infantería Málaga. Allí, el alcalde de Arquillos, Miguel Ángel Manrique Peinado (que sigue siéndolo en la actualidad), nos recibió, y tras realizarse una parada con la reconstrucción histórica en la plaza principal del pueblo, el Regimiento de Infantería Málaga recibió del propio alcalde la bandera de esa localidad, por combatir en ella aquel regimiento en enero de 1810. Con el alcalde y varios concejales colocamos una corona en la puerta de la Casa del Comandante de Arquillos, lugar donde Riego pasó la primera noche de su apresamiento, e igualmente nos acompañaron las autoridades de Arquillos al cortijo de Baquerizones, donde Riego y sus compañeros habían sido hechos prisioneros en la mañana de aquel día. Tanto el alcalde como los concejales nos explicaron diversos detalles históricos del cortijo. Todos estos datos y fotografías los podrá ver el lector al final del presente artículo. Lo inmediato siguiente en este artículo, es saber en qué circunstancias históricas sobrevino el apresamiento de Riego.

La huída de Jódar.

Tras los primeros instantes de la derrota en Jódar, el 15 de septiembre de 1823, en los momentos que Riego y su pequeño grupo de leales, trataron de poner tierra por medio con el enemigo que les perseguía. El héroe de las Cabezas de San Juan se dio cuenta de lo crítica que era ya su propia situación. Sabía que, para los absolutistas, era prioritaria su captura, pues era la figura más representativa del Trienio Liberal (1820-1823), el hombre que, precisamente, y por encima de otros destacados compañeros, había hecho posible la llegada del propio Trienio. Riego, que iba herido en una pierna, pidió a su ayudante de campo, el británico Matthewes (se había unido al general en Málaga), que le dejara ropa de civil, lo que denota la preocupación de ser descubierto que ya tenía. El área en el que se encontraba era extremadamente peligrosa, con fuerte contingentes franceses en labores de intercepción, guerrillas absolutistas capturando constitucionalistas y, además, las particulares características de los pueblos de Jaén, de aquella zona, muy vinculados a la Corona española desde el tiempo de las colonias. Por ello, Riego decidió quedarse con un reducido grupo de acompañantes, buscando un camino que, a través de Sierra Morena le llevara a Extremadura, donde todavía resistían núcleos constitucionalistas, amparados por la frontera portuguesa. Acompañaron a Riego en este último intento, el ya citado Matthewes, el capitán Mariano Bayo, valiente oficial español que había estado a las órdenes de Riego en la Isla de León, en 1820, y el coronel piamontés, Vicente Virgenio, que como ingeniero había servido a Napoleón, y era miembro de la Legión de Honor.

Una decisión equivocada y la sombra de una suerte infortunada, se ciernen sobre los fugitivos.

Por los sucesos posteriores, se aprecia que el grupo debió dirigirse desde Jódar al noreste, campo a través. Al atravesar un camino, los liberales se encontraron con un ermitaño llamado Vicente Guerrero, natural de Torreperogil, que viajaba hacia Peal del Becerro, acompañado por un vecino de Vilches llamado Pedro López Lara. Ambos fueron interrogados por Riego para conocer qué camino les podía llevar con más rapidez a La Carolina o Carboneros, en su pretensión de alcanzar Sierra Morena. Sin embargo, ambos rehusaron, equivocándose Riego al obligarles por fuerza a acompañarles. En aquellos momentos, ambos hombres desconocían la identidad de Riego. A partir de ahí es donde se abren dos hipótesis, sobre en qué momento los extraños descubrieron la identidad de Riego: la primera se refiere, a que alguno de los tres mandos que acompañaban a Riego, tuviera alguna indiscreción, al mentar su apellido, lo que hubiera sido captado por López Lara, decidiendo este llevarlos al cortijillo de su hermano para fraguar un plan y detenerlos. Sin embargo, el británico Matthewes, en la memoria que escribió, titulada “Las últimas operaciones militares del general Riego”, cita que nunca existió esa indiscreción, y que cuando se dirigieron a Riego delante de los extraños, siempre lo llamaron “comandante”. Matthewes, cita en repetidas ocasiones, que tanto los del cortijo (los hermanos López Lara como los que vendrían mas tarde de Arquillos, eran simplemente ladrones, avalando que cuando la detención sobre ellos ya se había verificado, fue el propio Riego el que se identificó. Pero veamos paso a paso como fueros sucediendo los acontecimientos para la desgraciada captura de Riego.

En el cortijo Baquerizones.

Esta hacienda se encontraba (como hoy), en el término municipal de Vilches, aunque más próxima a la localidad de Arquillos, y cerca del embalse de Giribaile. En su parte oeste, los visitantes peden contemplar minas de plomo. El porquerizo Pedro López Lara convenció finalmente a Riego y a sus acompañantes para llevarlos al cortijo Baquerizones. Lo que desconocían los liberales, es que lo regía el propio hermano del porquerizo, llamado Mateo López Lara, circunstancia fatal para el destino de Riego y sus acompañantes. A las tres de la madrugada, pegaron en la puerta del cortijo, permitiéndoles la entrada Mateo López. En su interior, se echaron en el suelo, Riego, Matthewes y el capitán Bayo, mientras que el coronel Virgenio, el piamontés, llevó a los caballos a la cuadra, dándoles de comer y vigilándolos. A la mañana siguiente, unos golpes imperiosos llamaron a la puerta. Eran gente que quería grano. Sin embargo, el cuchicheo que mantuvieron con los hermanos López Lara, no le gustó al inglés Matthewes, haciéndoselo saber a Riego y, añadiéndole, que lo mejor era marcharse ya de aquel lugar. Sin embargo, el capitán Bayo le dijo a Riego que era necesario herrar su caballo para continuar la marcha. Se ofreció el porquerizo para llevar el caballo a Arquillos, pero no fiándose de él, Riego designó a Pedro López, al desconocer que ambos eran hermanos y, que por tanto, ya estaban de acuerdo para denunciar la presencia de lo cuatro militares liberales. Riego dio órdenes estrictas a Pedro para que en ningún momento contara en Arquillos la presencia de ellos en el cortijo. Pero la realidad era que, en Arquillos, Pedro López ya había denunciado a los fugitivos y, a esa hora, un grupo de hombres se dirigía al cortijo Baquerizones con intención de detenerlos.

Apresamiento de Riego y sus compañeros.

Pasaron dos horas y nada se supo del enviado. Los recelos de Matthewes aumentaron, pidiéndole al general, al menos, montar guardia en una colina próxima al camino, para poder otear cualquier cosa sospechosa. Subido en el altozano, el inglés descubrió en el camino a un grupo de hombres que avanzaban junto a un carro, avisando al general, pero cuando éste acudió al lugar, acompañándoles también Bayo, nada vieron. A poco llegó Pedro López, trayendo pan, uvas y vino ácido; diciendo que, en poco tiempo, vendría el herrador, pues lo había encontrado ocupado. Matthewes, cada vez con las sospechas más claras, insistió de nuevo en que había que salir rápido del cortijo, pero tanto Riego como Bayo y el coronel piamontés, le dijeron que no había motivos para tener tales recelos, que eran exagerados. A continuación, Bayo fue a hacer la vigilancia a la colina, y allí descubrió que una banda de hombres, ya muy próxima, venía hacia el cortijo, armada y con disposición de cercarlos. Bayo entró por la puerta dando aviso, gritando Matthewes: “Mi comandante ya somos perdidos, el cortijo está cercado por escopeteros”. Riego respondió “Pues a las armas”; pero en ese instante, Pedro López, su hermano Mateo y Vicente Guerrero se abalanzaron a por dos escopetas que había colgadas en la pared, encarándolas hacia los liberales al grito de “El que se mueva, muere”. En su memoria, Matthewes dice que le propinó un sablazo a Pedro, obligándolo a esconderse en una habitación, pero otras fuentes relatan el momento de forma muy diferente, diciendo que los liberales, al ser encañonados, salieron al pequeño patio, dejaron sus sables en el suelo, poniéndose de rodillas hasta que, definitivamente, se acercaron a ellos los escopeteros de Arquillos, mandados por el alcalde y un cura. Riego se dirigió al alcalde, diciéndole: “Haga vuestra merced el favor de decir que no nos hagan mal, que ya estamos presos”. Riego, al ver que los escopeteros obedecieron con inmediatez al alcalde, repitió “Por Dios, no nos mate usted, yo le daré quince onzas. Somos hombres de honor, y en fin, para que lo sepan ustedes de una vez, soy el general Riego”. El alcalde le respondió que no mataría a ninguno si no daban motivo para ello, renunciando al dinero. A poco, llegó el comandante de los realistas de Arquillos, disponiendo el traslado de los prisioneros a aquella localidad.

La Asociación Torrijos 1831 en su visita al cortijo de Baquerizones, hoy denominado cortijo General Riego.

En 2016, tras permanecer un día en Arquillos, los integrantes de la Asociación Histórico Cultural Torrijos 1831 se trasladaron al antiguo cortijo de Baquerizones, hoy denominado “General Riego”. Fueron el propio alcalde de Arquillos y dos de sus concejales los que, amablemente, se ofrecieron a mostrarnos con todo detalle la hacienda. La parte antigua, donde sucedió el apresamiento de Riego está reformada, pero todavía conserva algunos espacios y elementos arquitectónicos que nos hacen revivir aquel acontecimiento, como el lugar de la puerta, la chimenea junto a la que comieron Riego y sus compañeros, la escalera a la primera planta… A continuación, lo que hoy es un pequeño salón, fue la cuadra donde estuvieron los caballos de los liberales, vigilados por el coronel piamontés. Las vigas del techo son las mismas que fueron testigo de aquel acontecimiento. Nuestros “guías” nos dieron detalles saciando nuestras más pequeñas curiosidades, dándonos datos desconocidos que no aparecen en la bibliografía dedicada a aquellos hechos. Mujeres de nuestro colectivo, en un pequeño cofrecito, guardaron con cuidado y esmero un poco de tierra del cortijo, para traérnosla de forma testimonial. Finalmente, los integrantes de la Asociación Torrijos 1831 y las autoridades de Arquillos colocaron una corona de laurel en la pared de la entrada del viejo cortijo. Hoy, el Ayuntamiento de Arquillos desarrolla una importante labor histórico-cultural en cuanto a los acontecimientos ocurridos por estas tierras en 1823. Para ello, ha contado con la colaboración de historiadores para impartir conferencias y con la buena puesta en escena por parte del grupo de Recreación Histórica de Úbeda, que representa el apresamiento de Riego. Ahora llega la puesta de largo de aquellos acontecimientos, con el Bicentenario

Epílogo.

Recordamos, que el autocar arrancó en aquel atardecer de la primavera de 2016, del Cortijo general Riego, a esa hora en la que el sol enrojece el cielo. Mientras el vehículo atravesaba el camino rodeado de olivos que lleva a la carretera, más de uno de nosotros pensó, que si Riego y sus compañeros hubieran atendido los recelos de Matthewes, y se hubieran marchado a tiempo de Baquerizones, hubieran tenido, al menos, alguna oportunidad para escapar, evitando el trágico destino que les esperaba, especialmente, un terrible “vía crucis para el que fue denominado en la historia “el héroe de las Cabezas de San Juan”.