Home > Trienio Liberal > Invitados por el Ayuntamiento de Arquillos (Jaén), los integrantes de la Asociación Torrijos 1831 han estado presentes en la recreación histórica del apresamiento del general Rafael del Riego, organizada por el mencionado Ayuntamiento.

Invitados por el Ayuntamiento de Arquillos (Jaén), los integrantes de la Asociación Torrijos 1831 han estado presentes en la recreación histórica del apresamiento del general Rafael del Riego, organizada por el mencionado Ayuntamiento.

Asociación Torrijos 1831      01/10/23

Las recreaciones históricas nos transportan a hechos importantes sucedidos en el pasado que merecen ser recordados. El Ayuntamiento de Arquillos lo ha preparado todo para evocar los doscientos años del apresamiento de Riego y tres de sus leales compañeros en el antiguo cortijo de Baquerizones, hoy conocido como cortijo del Reneral Riego. El consistorio de Arquillos, por la relación que mantiene desde hace años con nuestro colectivo, ha invitado a los integrantes de la Asociación Torrijos 1831 a la recreación histórica preparada a tal efecto para el Bicentenario de la captura del que se conoce como héroe de las Cabezas de San Juan.
Leamos pues, cuales fueron las circunstancias que rodearon tal apresamiento.

En el cortijo Baquerizones.

Esta hacienda se encontraba (y se encuentra), en el término municipal de Vilches, aunque más próxima a la localidad de Arquillos, y cercana del embalse de Giribaile. En su parte oeste, los visitantes peden contemplar minas de plomo. Tras la derrota de las tropas constitucionalista en Jódar, el 15 de septiembre de 1823, Riego y tres de sus compañeros, trataban de alcanzar los altos de Sierra Morena, para espapar del territorio hostíl donde se encontraban. En esos menesteres estaban cuando se cruzaron por un camino con dos caminantes. Uno de ellos, el porquerizo Pedro López Lara convenció finalmente a Riego y a sus acompañantes para llevarlos al cortijo Baquerizones. Lo que desconocían los liberales, es que lo regía el propio hermano del porquerizo, llamado Mateo López Lara, circunstancia fatal para el destino de Riego y sus acompañantes. A las tres de la madrugada, pegaron en la puerta del cortijo, permitiéndoles la entrada Mateo López. En su interior, se echaron en el suelo, Riego, Matthewes y el capitán Bayo, mientras que el coronel Virgenio, el piamontés, llevó a los caballos a la cuadra, dándoles de comer y vigilándolos. A la mañana siguiente, unos golpes imperiosos llamaron a la puerta. Eran gente que quería grano. Sin embargo, el cuchicheo que mantuvieron con los hermanos López Lara, no le gustó al inglés Matthewes, haciéndoselo saber a Riego y, añadiéndole, que lo mejor era marcharse ya de aquel lugar. Sin embargo, el capitán Bayo le dijo a Riego que era necesario herrar su caballo para continuar la marcha. Se ofreció el porquerizo para llevar el caballo a Arquillos, pero no fiándose de él, Riego designó a Pedro López, al desconocer que ambos eran hermanos y, que por tanto, ya estaban de acuerdo para denunciar la presencia de lo cuatro militares liberales. Riego dio órdenes estrictas a Pedro para que en ningún momento contara en Arquillos la presencia de ellos en el cortijo. Pero la realidad era que, en Arquillos, Pedro López ya había denunciado a los fugitivos y, a esa hora, un grupo de hombres se dirigía al cortijo Baquerizones con intención de detenerlos.

Apresamiento de Riego y sus compañeros.

Pasaron dos horas y nada se supo del enviado. Los recelos de Matthewes aumentaron, pidiéndole al general, al menos, montar guardia en el montículo trasero que había a la espalda del cortijo, que divisaba el camino, para poder otear cualquier cosa sospechosa. Subido en el altozano, el inglés descubrió en el camino a un grupo de hombres que avanzaban junto a un carro, avisando al general, pero cuando éste acudió al lugar, acompañándole Bayo, nada vieron, considerando la alarma del inglés exagerada. A poco llegó Pedro López, trayendo pan, uvas y vino ácido; diciendo que, en poco tiempo, vendría el herrador, pues lo había encontrado ocupado. Matthewes, cada vez con las sospechas más claras, insistió de nuevo en que había que salir rápido del cortijo, pero tanto Riego como Bayo y el coronel piamontés, le dijeron que no había motivos para tener tales recelos, que eran exagerados. A continuación, Bayo fue a hacer la vigilancia a la colina, y allí descubrió que una banda de hombres, ya muy próxima, venía hacia el cortijo, armada y con disposición de cercarlos. Bayo entró por la puerta dando aviso, gritando Matthewes: “Mi comandante ya somos perdidos, el cortijo está cercado por escopeteros”. Riego respondió “Pues a las armas”; pero en ese instante, Pedro López, su hermano Mateo y Vicente Guerrero se abalanzaron a por dos escopetas que había colgadas en la pared, encarándolas hacia los liberales al grito de “El que se mueva, muere”. En su memoria, Matthewes dice que le propinó un sablazo a Pedro, obligándolo a esconderse en una habitación, pero otras fuentes relatan el momento de forma muy diferente, diciendo que los liberales, al ser encañonados, salieron al pequeño patio, dejaron sus sables en el suelo, poniéndose de rodillas hasta que, definitivamente, se acercaron a ellos los escopeteros de Arquillos, mandados por el alcalde y un cura. Riego se dirigió al alcalde, diciéndole: “Haga vuestra merced el favor de decir que no nos hagan mal, que ya estamos presos”. Riego, al ver que los escopeteros obedecieron con inmediatez al alcalde, repitió “Por Dios, no nos mate usted, yo le daré quince onzas. Somos hombres de honor, y en fin, para que lo sepan ustedes de una vez, soy el general Riego”. El alcalde le respondió que no mataría a ninguno si no daban motivo para ello, renunciando al dinero. A poco, llegó el comandante de los realistas de Arquillos, disponiendo el traslado de los prisioneros a aquella localidad.